Por: Valentina Arango
El 17 de febrero diversos movimientos sociales se tomaron el estacionamiento del supermercado Extra en Río de Janeiro para manifestarse por la muerte de Pedro Gonzaga, un joven negro de 19 años estrangulado por un guarda de seguridad el día viernes 15 de febrero.
Tal acto, todavía impune, reanudó el eterno debate. En Brasil, cada 23 minutos muere un joven negro. Este genocidio de la gente negra está más que comprobado por datos estadísticos concretos. De acuerdo a un informe de la Organización Mundial de las Naciones Unidas, en el 2018, el asesinato a personas negras en el país incrementó un 40, 2% y, coincidencialmente, el de personas blancas disminuyó a un 16%.
En redes sociales, este asesinato fue relacionado con el de Eric Garner que, en 2014, fue brutalmente estrangulado en Nueva York por un policía. Activistas como David Miranda concluyen que aunque Pedro Gonzaga y Eric Garner vivieran en países diferentes, tenían una cosa en común, eran la carne más barata del mercado. Y, ¿a qué se refieren los y las activistas cuando mencionan que la gente negra es la carne más barata del mercado? Se los explicaré.
EUA, 2014 – Brasil, 2019
A la izquierda Eric Garner de 43 años y a la derecha , Pedro Gonzaga, joven de 19 años,
En Brasil, al igual que en Estados Unidos y Colombia, se crean las condiciones para exterminar los personas que tienen determinadas características. Según Robson Lima, miembro de una consultoría privada de seguridad en Río de Janeiro, a quienes son aprendices de seguridad se les enseña a identificar potenciales criminales y sus motivaciones. Robson califica esto como “uma adroctrinação de racismo estrutural”. Lo anterior, se ve legitimado por los medios de comunicación, aparatos que reproducen sentidos, cuando muestran diariamente noticias anunciando la muerte de un hombre negro y, no contentos con eso, producen novelas y películas en las que el negro frecuenta el papel de ladrón.
Al final, todo eso le permite al espectador perder la sensibilidad, construir un estereotipo racial y pasar a defender la pena de muerte para negros.
Bajo esta lógica, la ecuación está más que resuelta. La carne negra es más barata porque siempre las vidas negras serán sospechosas y, por ende, descartadas. Al parecer, sea donde sea que un negro esté presente, no va poder ir ni al supermercado.