Por: Felipe Granja (Twitter: @FelipeMakini)
De los cientos de memes respecto a la multa impuesta a un ciudadano por la compra de una empanada, esta nota no hará referencia literal a los procesos de apropiación del capitalismo en los espacios públicos. No obstante, nos preguntamos ¿qué pasa con el espacio urbano , la gente negra y la construcción de ciudad?
Lo que sí es cierto es que en esta ciudad neoliberal con toda su erosión del suelo y la coptación de este, sea público o no, la disputa del espacio público con espacios comunitarios desde nuestra cosmovisión y prácticas, hacen parte del histórico ejercicio de resistencia como comunidades negras en la tenacidad del escenario citadino.
En una ciudad que bajo el discurso de la democratización busca la homogeneización de los espacios públicos, para así evitar cualquier índice de conflicto que no altere su planificación en pro de la acumulación de capital, la pregunta sería ¿Cuáles son los escenarios de participación de la comunidad negra residente en las ciudades? Específicamente en la construcción de los POT (Planes de Ordenamiento Territorial), es una pregunta para hacernos y reflexionar, así mismo cual es el papel en la lucha social de la negritud citadina, que al contrario de la estereotipación de la que se han encargado varios académicos también construyen y ejercen mecanismos comunitarios y territoriales en las ciudades.
Es precisamente ahí, cuando entramos en un ejercicio de disputa con la planificación blanca y lo que el alcalde Enrique Peñalosa de Bogotá viene llamando “las ciudades avanzadas”. Esa ciudad avanzada que se pelea constantemente con el traslado de nuestras fiestas patronales, que más allá de la jocosidad llevarlas a cabo en un entorno urbano, hacen parte de un ejercicio de territorialización, son parte de una apuesta política por posicionar nuestras prácticas y creencias; ejercicios como el compadrazgo, la familiaridad extensa y extendida, las prácticas mágico-religiosas y las formas asociativas de producción, siguen manejando una relación estrecha con el Pacífico o el Atlántico, son en escencia, mecanismos que ejercemos desde nuestro ejercicio ancestral que se niega a aceptar la lógica de las inmobiliarias.
En relación a esto, la Brasileña Teresa Caldeira les llama enclaves fortificados que no son más que fortines inmobiliarios que generan más individualidad en la ciudad y acaban con cualquier ejercicio de comunidad, sumándole su arquitectura insuficiente para solventar las necesidades de lo que se conoce como la familia convencional. (Caldeira, 2007)
Por otro lado, no solo como reflexión hay que pensarse ¿Cuál es la ciudad que quieren los colombianos y que beneficia la negritud? de la misma manera replantear ¿Si los movimientos urbanos como hablan del derecho a la ciudad? Como lo hace el movimiento “Sin techo” de Brasil y algunos urbanistas en México y Latinoamérica. Por otro lado, también ¿Por qué no pensar un derecho a la ciudad afrodescendiente contemplado desde la reparación histórica? ¿Por qué no analizar procesos de organización territorial en lo urbano? ¡Claro! es evidente que todos estos cuestionamientos trascienden los espacios actuales de la institucionalidad y la cual es saludo a la bandera llamada “multicultural” de las alcaldías de turno.
#KumbeOpina