Suenan los pitos del primero de enero y en Barranquilla empieza la gozadera del Carnaval, pero es oficial cuando la reina del año hace la lectura del bando en la que “declara, ordena, dispone y manda que barranquillero que se respete a disfrutar de estos carnavales sanamente”. Y es definitivo, empieza una de las fiestas más grandes del país: alborota el cuerpo y espantos, se hace un reguero de maicena y la gente se siente libre para vestirse y bailar como se les venga en gana.
Del Carnaval de Barranquilla se dice que tiene antecedentes en las celebraciones de la novena de La Candelaria en Cartagena del siglo XVIII, cuando los africanos esclavizados recién llegados a América (también llamados bozales), salían a las calles vestidos de colores, danzando y cantando. Precisamente de esta fiesta, se constituye una de las danzas principales: el Son de Negro.
¿Ya sabes cuál es? La danza en la que mujeres llevan blusas coloridas, faldas largas y un solo contoneo de caderas para coquetear a la pareja. El hombre, por su parte, está pintado de una grasa negra, con el torso descubierto, un sombrero ancho adornado de flores, un pantalón pescador, abarcas, con la lengua y labios rojísimos, sumados de gesticulaciones faciales y corporales exageradas.
Divertido ver esa gente pintada mofándose ante la multitud, ¿no? Entonces dirán: ¿Por qué a la comunidad negra le molesta tanto esta danza tradicional? ¿Qué pasa con ese resentimiento, si el carnaval es para pasarla chévere? Otros más leídos en el asunto dirán que es una danza con la que los africanos esclavizados se burlaban de los españoles, es más, deberíamos estar orgullosos de preservarla como a la Negrita Puloy, uno de los disfraces más antiguos del Carnaval. Este personaje también resulta molesto, ya que representa a la esclavizada alegre que obedece a su amo. Sin embargo, este texto se centra en el Son de Negro, porque el disfraz de la Negrita Puloy es claramente un insulto, el otro se le ha tomado como una forma de representar la rebeldía de nuestros ancestros desde el humor y el baile por parte de personas que no tienen conciencia histórica de lo negro.
Mira que la historia como nos fue contada es una mentira o es vergonzosa. Pero si hay algo para resaltar, se distorsiona para convertir al Son de Negro, que nace del sentir de los palenques y los pueblos asentados a las orillas del Canal del Dique, entre los departamentos de Atlántico y Bolívar, en una práctica del BlackFace con comparsa incluida. De Santa Lucía, Arenal, Soplaviento y Malagana hasta Barranquilla es el recorrido de Son de Negro y a partir de 1920, se consolida como una agrupación de campesinos y pescadores, para terminar como uno de los tantos BlackFace que se ven en el carnaval.
La cosa es que no hay nada de reivindicativo cuando la gente blanca o mestiza, en la supuesta pretensión de “exaltar” lo negro, continúan situándonos como objeto de burla. Si esta es una danza en la que africanos solían burlarse de los esclavizadores españoles, ¿en qué momento se convirtió en una caricatura sobre la gente negra? De esta forma: como un mero espectáculo y una mofa, desde todos los aspectos y no solo en una comparsa, es como se le ha representado a la comunidad negra de este país históricamente.
Por: Lauren Ortíz (Twiter: @LaurenOrtizR)